“El espíritu de la luz blanca”
El tema de
que si existen o no los espíritus, si se aparecen o se pueden apreciar; si
puede haber alguna comunicación por pequeña que sea de poder tener contacto con
alguien después de la muerte, es algo que está siempre como una incógnita entre
nosotros. Yo sólo voy a compartir una experiencia vivida por mí.
Fue en un
piso aquí en Madrid. Yo acababa de llegar de Galicia y compartí piso con una
gente que conocí gracias a un amigo en común. Era finales de agosto, recuerdo
el calor sofocante de ese año, yo vine pronto para buscar trabajo ya desde
primeros de septiembre.
Un día
íbamos a salir por Chueca, hacía tanto calor que yo decidí que salieran antes
yo iba a esperar más para que redujera el calor. Recuerdo el calor sofocante
que no podía moverme del sofá y mi cuerpo sudado. Iba a empezar a ducharme y
prepararme con calma para salir.
Una vez en
el baño, recuerdo que la tv que estaba encendida se apagó sola. No hice mucho
caso, podría haberla apagado yo. Así que puse música mientras me afeitaba. La
música también se apagó; pensé que se fuera la luz. Pero no, comprobé que no se
había ido. Volví a poner la música y empecé a cantar. Lo siguiente que recuerdo
es el frío, era un frío tan grande como si saliera de dentro de mí, que no
podía dejar te titiritar. La música se volvió a apagar. Salí del baño para ir
al salón a comprobar que había pasado. Para eso tenía que cruzar el pasillo.
Fue ahí donde le he visto. Una luz blanca estaba al fondo del pasillo, era una
forma ovalada que flotaba en el aire. Sabía que había algo allí. Pero solo
tenía ganas de marcharme. Me metí en la ducha con agua bien caliente para combatir
el frío que me poseía. Con toda la prisa posible para marcharme donde estaban
mis compañeros de piso.
Una vez que
llegué allí le dije al chico que alquilaba las habitaciones. “Hay algo en la
casa”. Él se quedó en silencio
–Tú también le viste… -Es
una luz blanca aparece a veces pero no es malo- Dijo otro chico que vivía en el
piso.
Pero al
contrario de enfadarme o asustarme fue todo lo contrario, me entró más
curiosidad sobre esa luz blanca. Quería saber que o quien era. Si quería algo o
si en algo le podría ayudar.
Preguntaba a
otras personas que habían vivido en esa casa. Pues solo uno era el que tenía alquilado
el piso y llevaba años con él. Así que alquilaba habitaciones a amigos. En ese caso
no era difícil preguntar más o menos estaban en el mismo grupo de amistades.
Era increíble que todos tuvieran experiencias con el espíritu a veces no
agradables. Todos excepto Azuara el verdadero inquilino del piso.
Investigué
con el tarot y el péndulo todo lo que podía averiguar sobre este suceso. Llegué
a sacar mis propias conclusiones. No quiero decir que mis conclusiones fuesen
todas reales. Pero ocurrieron cosas que me acreditaban que no estaba lejos de
mis investigaciones.
Mis
conclusiones o predicciones me decían que era un hombre de mediana edad, vivió
y murió solo padeciendo una larga enfermedad. Lo curioso que en un cumpleaños que
se hico en la casa. Precisamente de Azuara, el inquilino de la casa. Se
hicieron fotos, en una de ellas al lado de la cabeza de Azuara casi superpuesta
había la cara de un señor mayor de unos cincuenta a sesenta años. Un señor que
por supuesto no era nadie del cumpleaños ni conocido por ninguno de los
asistentes.
Mis
investigaciones sobre este caso tengo que reconocer que cada vez me fascinaba
más. Me concentraba todo lo que podía y sacaba cartas con la intención de poder
tener más datos sobre este hombre. Al fin al cabo, que fuese un hombre de
mediana edad me estaba dando la razón. Pero lo que yo no sabía que para meterse
en este campo tendría que estar más preparado, tener otra madurez y más
conocimientos. Es decir ser más responsable.
Así que una
noche mostró toda su presencia. Yo estaba levantando viendo la tv. Seguía
haciendo mucho calor y las ventanas estaban abiertas. Se oía la radio de un
vecino que siempre la tenía puesta toda la noche. Todo aparentemente parecía
normal. De repente un cuadro que había encima de la tv de una mujer como
abrazando a alguien. Sus brazos empezaron a crecer y a desfigurarse el dibujo,
la tv y la radio del vecino se dejaron de oír para transformarse en otra voz
que venía como de dentro de la casa. “Déjame en paz” “Vete de esta casa”
“déjame en paz” “Vete de aquí” “Déjame en paz”…
Podéis
imaginar como mi miedo creció. Yo le decía asustado “Por favor no estoy
preparado” El seguía gritando. Quise encender luces pues solo estaba la luz de
la tv encendida. Pero no se encendía ninguna luz. Fui hasta el pasillo. Al
fondo estaba la habitación de Azuara. Él estaba durmiendo y sabía que con él
todo se detendría. Pero como protegiendo la puerta de Azuara estaba la luz
blanca que se notaba doblemente entre la penumbra. Volvió el frio. Un frio tan
grande que estaba titiritando. Sabía que con Azuara estaría a salvo, no encontraba
la luz. No había otro camino que atravesar por medio de la luz blanca. No lo
pensé y eché a correr por la penumbra atravesando la luz blanca para golpear
con fuerza la puerta de la habitación de Azuara mientras gritaba su nombre.
En ese
momento cesó el frío, las voces desaparecieron dejando oír el programa de radio
que estaba emitiéndose. Azuara abrió la puerta y me abracé a él “Ha estado
aquí” Y compartí la historia con él.
Lo más
curioso de todo es que en una semana después yo encontré trabajo y una casa
para vivir yo sólo que era lo que llevaba tiempo deseando. El espíritu de la
luz blanca quería que me fuera y me invitó a ir de la mejor forma.
No creo que
fuera un espíritu malo o bueno. Creo que lo que había era un vínculo de
conexión entre el espíritu y Azuara que nunca llegue a entender. Quizás ni
ellos mismo lo supieran, por lo menos de una forma consciente. O simplemente
era el respeto mutuo que ambos se tenían. Me había comportado como un engreído
lleno de ego, queriendo salvar a un espíritu invadiendo un espacio, donde no se
me había invitado.
En el jardín
del alma
Siso Santos.