Uno de estos días estaba comiendo con unos
amigos. Hemos hablado de muchas cosas hasta que empezamos a opinar sobre la
espiritualidad, la energía y las religiones. En ese momento recordé un libro
que había leído hace muchos años y me hizo comprender cosas de la vida y del mundo en que vivimos: “Conversaciones
con Dios” de Neale Donald Wasch. En este
libro se dice una frase que en un principio me impactó por lo sonoro que puede
resultar: “Para entender que existe Dios hay que entender que Hitler está en el
cielo.” Parece una blasfemia mencionar a
Hitler para poder hablar de Dios. Pero una vez que seguí leyendo entendí que
era completamente razonable. Pues a pesar de todo Hitler también formaba parte
de Dios.
El libro explica que el cielo y el infierno no
existen. Son “necesidades” humanas. Todo es Dios: Lo espiritual, lo mental y lo
físico. En la entrada anterior explicaba que el pensamiento es el principio de
una acción, ahora digo que el sentimiento es la vibración del alma. Y la unión
de todos los sentimientos se llama Amor.
Cada alma evoluciona y experimenta constantemente y esa alma es una partícula
de Dios en evolución. Todo y todos formamos parte de esa evolución y en ese Todo os presento a Dios.
Supongamos que el cielo existiera. Llamaremos
cielo a esa parte donde el alma habita cuando abandona el cuerpo y sigue su
camino sin dejar de evolucionar hasta volver a ser reencarnada en materia. Supongamos
que el alma de Hitler abandona su cuerpo y se encuentra con Dios. A esté se le
plantea una gran duda. ¿Premiamos a Hitler con el cielo o inventamos un
infierno para su castigo? Pero es ahí donde ocurre el dilema:
1º.- Hitler es elegido democráticamente con
mayoría absoluta. Si tenemos que castigar a Hitler en el infierno, tendríamos
que enviar a todo el pueblo alemán a ese castigo.
2º.- El mundo vivía en esa época una gran
depresión. Las naciones sabían perfectamente las barbaridades que estaban
ocurriendo en Alemania. Pero no hicieron nada, vivían a la expectativa, a ver que
iba a ocurrir, hasta sentirse ellos
mismos también amenazados. En ese momento Hitler se convirtió en tirano. ¿Quién
tendría que ocupar el infierno entonces?
Lo que quiero decir con todo esto que nada
ocurre por casualidad. Que culpar a Dios por lo que ocurre en la vida es lo más
fácil e inmaduro que podemos hacer como humanos, porque es quitarnos la
responsabilidad. Nosotros somos los únicos responsables de cómo escogemos vivir y que papel queremos asumir en el mundo que nos rodea. Nosotros formamos
parte de ese Todo que se llama Dios.
Hitler ha existido porque el mundo lo ha
pedido o por una extraña razón lo ha necesitado, quizás para entender y mostrar
la barbarie. Pero no olvidemos que también pidió y necesitó un Jesucristo y lo
tuvo; Y un Mahoma, un buda, un Indira Gandhi, un Martín Luther King, una madre
Teresa de Calcuta… NO… No hace falta pasar de un extremo a otro para ser del
más tirano al más santo. Simplemente en nuestra vida cotidiana, ofreciendo una
mano a alguien nos convertimos en Jesucristo. Porque tenemos ese Don.
Imaginar por un momento el mundo en el que
deseáis vivir. Lo primero que hay que hacer es amarlo. Recordar que si el
pensamiento es el principio de la acción, la emoción alimenta el alma y el
cuerpo materializa los deseos. Vivir en la vibración más poderosa es crecer
como Dios. A eso se le llama Amor.
La paz y el amor son la energía vital para el espíritu.
Paz y amor…
Siso
Santos.