1º
parte
“Las hadas, como la mayoría de los seres de
luz, pueden amar y ser amadas pero nunca
pueden tener pareja. Si lo hicieran, se apartarían de su misión de guiar a sus
protectores.”
Coincidía que yo trabajaba por las noches de
drag queen cuando empecé a estudiar e investigar sobre los guías espirituales:
Algunos fueron antes materia (humanos), otros son Ángeles, seres de luz, médicos del cielo… Cada uno tenemos nuestros
propios guías, pero lo importante es que podemos contactar con ellos,
conocerlos o pedirles ayuda. Por ejemplo a través de una meditación los invoco
y puedo hacer un tratamiento con ellos a través del agua o comunicarme con esa
invocación a través de la escritura automática o simplemente en una sesión de
reiki. Gracias a ellos pude entender muchas cosas en mi vida. Pídeles ayuda y
te darán lo mejor para ti (Que no tiene que ser lo que quieras tú).
Sé que mis guías vienen de los espíritus
elementales de la naturaleza (Hadas, duendes, gnomos…) Sé que si dijera que los
he visto me tomarían por loco así que sólo diré que los he sentido. Cuento
esta pequeña introducción para poder narrar mejor esta historia. Una historia
que empieza en un camerino.
Llevaba poco trabajando de drag queen en despedidas
de soltero y locales de Madrid. Yo al principio no era una buena drag queen, lo tengo que admitir, se me daba fatal el maquillaje. Sólo el maquillaje de una
buena darg queen es una obra de arte. Una base completamente blanca para tapar
las sombras de la barba, con pegamento y un cepillo estiraba las cejas y
después extendía carne artificial. Con una base de maquillaje especial para
espectáculos formaba una mascara neutra
en la cara, después empezaba a pintar y darle forma a los ojos, primero uno y
después el otro, terminando con las pestañas postizas, labios, pómulos y sombras,
polvos blancos para dar luz y terminamos con brillantina. Echas un poco en la
palma de la mano lo besas y soplas, te queda justo el brillo que tiene que
tener los labios y el resto sobrante se esparce volando por el espacio. Es el
toque mágico del ritual.
Esa noche actuaba en un pueblo fuera de
Madrid, me llevaba una maleta con mis bártulos: tacones, peluca, maquillaje,
ropa… Ya de casa salía afeitado y
depilado. Era un restaurante bueno de cenas que empezaban a hacer espectáculos y yo debutaba por primera vez.
Me estaba maquillando tranquilamente
con toda la calma del mundo y bebiendo mí agua, dejando atrás el mundo
rutinario de mi vida para empezar a reencarnarme en mi personaje. Cada pote o sombra que me
echaba en la cara era un paso más alejado de mí y más cercano a mi personaje,
hasta sólo ser ella.
Faltaba ya sólo para maquillarme mi últimos
retoques para los que me miro en el espejo y… ¡Horror…! Se me había olvidado depilarme
una axila. Una si la tenía depilada pero la otra no y asomaba un mostacho
enorme debajo del sobaco. Me tiré a la maleta con la esperanza de poder tener
por casualidad una maquinilla de afeitar desechable. No tenía nada, ni siquiera
unas tijeras. ¿Qué podía hacer? Estaba en bragas y en medias y no podía salir a
pedir auxilio por que la gente que estaba cenando me vería. Tenía que encontrar
a alguien del restaurante. Quizás alguien tuviera una maquinilla de afeitar.
Vigile detrás de la puerta, con ella un poco entreabierta a ver si pasaba
alguien. Faltan 15 minutos. De repente pasó un camarero. “Por favor ayúdame,
necesito una maquinilla de afeitar, a ver si tiene alguien.” Mientras esperaba
me puse el vestido, a ver como lo podía solucionar. Era un vestidito corto en
color morado que se unía con dos cordones de tirantes en la nuca dejando la
espalda al descubierto. No tapaba nada. Vino el dueño del restaurante, “que lo
haya conseguido Dios mío” Nadie tenía una maquinilla de afeitar. ¡Ya esta todo
listo, cuando quieras empezamos!-Me dijo. Me miré en el espejo. Me quería morir.
“¡SOCORRO…!”
No tenía nada que perder así que decidí
probarlo. Terminé de arreglarme, me puse un pelucón rosa precioso y mis botas
altas de tacón. Me senté, respiré hondo e invoqué a mis guías. Les sentí, mi
cuerpo entraba en calma, de mi espalda salían como dos alas enormes que por
supuesto sólo yo notaba. Sabía que era un hada: guíame tú. Cogí mi abanico
y ya estaba lista.
El espectáculo empezó y yo me sentía volando
sobre los tacones por el salón del restaurante al ritmo de la música.
“Superación García
Para superarse día a día…”
Actriz, bailarina, modelo y cantante.
Caminaba por el espacio con todos los sentidos
a flor de piel, podía percibir y sentir a cualquier persona de la sala. Mis
tacones eran dos armas que se clavaban en la tierra y mi abanico, que siempre
tuve mucha destreza en su manejo, se había convertido en una vara mágica, que
me conducía por la sala…
-Estas envuelta en magia que nos gustas a
todos.- Me dijo una señora.
Yo no contesté nada. Sólo un guiño de abanico.
Continuará
Siso Santos