viernes, 21 de octubre de 2016

El ángel de la brisa


El ángel de la brisa

El viento corría por la calle vacía, las hojas de los árboles se esparcían por el suelo húmedo que había dejado la lluvia incesante del mediodía.

Amalia miraba  a través de la ventana, sus pensamientos volaban al igual que las hojas que arrastraba el viento. “¿Dónde estaba él?” Ella le había dicho que no. Que ya era tarde. Ahora ya no estaba. “¿Podría volver a verlo?” Mientras se atormentaba pensando en los recuerdos. Intentaba ver a través de su mirada perdida la silueta de Emilio bajando la calle. Pero Emilio no venía.

Se había marchado. Se fue después de la última discusión estúpida  de celos que mantuvieron la última cena.  No tenía nada con su ex. ¿Por qué entonces tuvo que recriminarle que le hubiera dado su ayuda? Había sido su pareja durante   muchos años. Era normal que le hubiera consolado después de saber que ella tenía un cáncer. Tenía ganas de llorar y gritar. Echar su culpa a gritos de dentro de su cuerpo para…:  “Dios mío!! Déjale venir una vez más… Pedirle perdón… He sido una estúpida pero no volverá a pasar. Le amo… Le amo…” Pero nadie bajaba ni subía por  la calle. Solo el viento y las hojas que arrastraba.

 Quería beber una copa, solo una  copa ayudaría a soportar esta angustia que apretaba su garganta. Pero no fue una copa. Casi había vaciado la botella de whisky barato que había comprado por castigo para ser todo lo dura consigo misma que su inconsciente le hubiera permitido soportar.
Apoyó su cabeza sobre el cristal de la ventana aún húmeda por la lluvia. Sus lágrimas corrieron por su mejilla y el cristal. Perdida en su propio dolor, no se fijó en Emilio al otro lado de la calle mirando hacia su ventana con la intención de ver a Amalia. Está tenía la luz apagada y no la vio.  Se dio la vuelta y se marchó.

Sólo un ángel travieso se divertía a través de las hojas que esparcía el viento calle abajo.

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Cuando el dolor es el protagonista de nuestra vida. Tiene tanto ego el dolor, que no permite convivir con ningún otro sentimiento.

                                                  

En el jardín del alma.

                                          Siso Santos




domingo, 25 de septiembre de 2016

Al otro lado del río



Al otro lado del río

Yo sé. Porque lo he aprendido. Lo que es levantarse todos los días con dolor. Querer avanzar, caminar… pero el cuerpo no responde y cae al suelo. Una vez en el suelo, a pesar de lo que cuesta levantase, parece que el mundo entero se conjuga contra ti y todo lo que te parecía en la vida hermoso hoy es una energía que te agarra del cuello en forma de angustia. Quieres respirar y te ahogas. Quieres gritar, recuperar tu aire, buscar la vida y ese mismo aire apaga tus palabras en la garganta.  Rezas para morir y la vida se convierte en tu condena. Todo perdido, todo acabado… Cada paso es una distancia cada vez más lejana a tu forma de vida. Te recuerdan: Solo tienes una mano delante y otra detrás… Es verdad. En cambio llevo una mochila tan llena de cosas que a mí mismo me maravillan y me asombran.

Yo sé. Porque lo he aprendido. Que el dolor y la angustia forman parte del miedo que nos paraliza. Son los monstruos que nos acechan. Que sobresalen y nos sorprenden para confundirnos y hacernos volver al niño asustado y feo que una vez nos hemos creído.   Si pudiéramos tener siempre la certeza que eso monstruos creados por nuestras sombras del pasado solo nos sirven a nosotros mismos como armas destructivas. O no!?  Igual es el puente para cruzar a otro destino que no entendemos en el momento y a la larga coge el sentido necesario.

Por eso desde este lugar, al otro lado del río. Quiero confesar y contar que sé. Porque lo he aprendido. A vivir en el miedo, la enfermedad y el dolor… A conocer y distinguir los efectos secundarios de los tratamientos fuertes que nos curan y envenenan. Lo que cuesta levantarse por las mañanas porque las dosis de los depresivos que se usan para el dolor te dejan el cuerpo con falta de vida; las malas digestiones, la caída del pelo, el movimiento de los dientes… Dan miedo los efectos secundarios. Verdad?  Yo no tengo cáncer. Tengo una enfermedad considerada Rara: Polineuropatía desmielinizante crónica.  No se sabe apenas nada de ella, ni siquiera se conocen las causas y cada uno dice sus propias teorías. Investigan conmigo con tratamientos muy fuertes y con un trato muy poco humano, al fina al cabo solo es una enfermedad rara. Si me estoy mejorando de la enfermedad no solo es por el tratamiento. Es primero porque yo nunca me vi enfermo.  Ni siquiera creo en esta enfermedad. Nunca dejé de andar, ni moverme, ni bailar, de amar mi vida y lugar en el mundo… Debo sobre todo a la fuerza que me dan los alumnos y a los masajes de mi gran amigo Fran. Cada vez ando y me muevo mejor… No sabrán nada de la enfermedad pero yo lentamente voy recuperándome a pesar de los venenos de los fármacos y el daño causado en las vainas de mis nervios por la enfermedad y el retraso de su diagnóstico. 

Por eso desde este lugar del río donde la corriente me arrastra a un lugar aún desconocido por mí. Me comprometo. Porque así lo he aprendido; a tender mi mano para aquella persona que el miedo, el dolor o la enfermedad lo envuelva. Convencer que el amor a uno mismo y a su entorno y a la vida es el paso a la sanación. Que el amor es el único camino real y verdadero. Devolverles la confianza de su propia luz a través de las terapias que pueda hacer, ofrecer o aconsejar. O simplemente darnos la mano, sonreír y confiar en que todo viene por alguna razón necesaria. Todo está en su momento correcto. No todo el mundo puede estar preparado para vivir un trance como este. Somos valientes. Somos amor. Todo por lo que estamos pasando que sirva de aprendizaje a nosotros mismos y también, porque no decirlo, para los que están al otro lado del río. 

Pues todos somos uno. Somos amor.



En el jardín del alma.
                                         Siso Santos


domingo, 29 de mayo de 2016

Sin titulo "Ponle tú el que veas más apropiado



Sin titulo
“Ponle tú el que veas más apropiado”

Esto es una historia real. Una historia que jamás nunca tuviera que existir a no ser que fuese en la ficción. Pero no ha sido así. Esta historia la conocí en el centro penitenciario de Estremera en la época que estuve allí de voluntario. La historia de un interno que pudiese ser cualquiera de nosotros. 

Imaginaos. Una familia humilde chilena. Tienen la bendición de tener una niña. Pera esa niña, se convierte en un gran trastorno para la familia. Ha nacido sin un riñón y el otro es demasiado pequeño para sobrevivir. Solo hay una posibilidad para poder salvarla. Un trasplante. La familia es demasiado humilde para poder costearlo. Hace falta un dinero que no lo hay ni se puede conseguir. La niña se muere, es cuestión de tiempo. Se le ofrece una oportunidad para poder conseguirlo. Cometer un delito. Nunca cometió ningún delito anteriormente. No hay tiempo. Se le ofrece viajar a España en forma de mula. Es decir traer droga dentro de su cuerpo. Es dinero fácil y rápido y se consigue salvar la vida de su niña. Por supuesto se acepta, la niña no está para confiar en milagros. Se ofrece dinero suficiente para el trasplante en otro país. Lo que no sabe el pobre hombre que las mulas son trampas para poder despistar y pasar cantidades más grandes por otros sitios. El padre de familia al llegar al aeropuerto de Barajas es detenido. Ocho años de cárcel es la pena por ese delito.

¿Se arrepiente el padre? No. Su hija se ha salvado mientras el cumple su condena con dignidad pues sabe que ha cometido un delito. Lo que me parece más impactante es que mientras en un lado del mundo una niña crece sin recuerdos de su padre. En el otro lado, el padre se emociona viendo crecer a su hija mediante fotografías. 

Ahora yo pregunto: “¿Cometerías tú un delito para salvar la vida de tu hijo?
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¿Sabéis por qué quiero contar esta historia? Porque en el mundo tan individual en el que vivimos es muy fácil juzgar lo bueno y lo malo. Todo lo que nos afecta a nosotros es malo. Pero nunca lo miramos en lo que nosotros afectamos a los demás. No importa que un país sea más rico aunque eso sea a costa de que otros sean más pobres. Incluso ocurre entre ciudadanos de un mismo país. El poder de unos siempre es a costa de la pobreza de otros. Entiendo que siempre tiene que haber diferencia de clases. Pero lo que no concibo es que unos puedan desperdiciar mientras otros no tengan necesidades básicas.

El mundo siempre da señales de que no estamos haciendo las cosas bien. La miseria de muchos países a la que es muy fácil ignorar.  Cuando se nos da toques de atención como guerras o terrorismo, que nunca lo justificaré. Pero es real. Nunca pensamos de donde viene eso. ¿Qué responsabilidad tenemos todos? Y queriendo o no, creamos una rueda cada vez más grande y por supuesto más difícil de detener.

Sólo la unión de un mundo cada vez más abierto, con menos fronteras y un objetivo común. Un cambio de mentalidad a nivel mundial, una abertura espiritual en la que todos somos uno. Una prioridad total por el mundo, la tierra que dejamos a nuestros hijos.  Se lo que vais a decir. “Es un tópico”. Por supuesto tenéis razón. Un tópico nunca puede ser real. Lo malo de todo que sin tópicos el planeta se muere. Podemos condenar el planeta a morir o darle la oportunidad de renacer.

En el jardín del alma.
    
                                                                                 Siso Santos.


domingo, 22 de mayo de 2016

"Cierro los ojos y te veo a ti"



“Cierro los ojos y te veo a ti”

Mi intención al escribir este texto es que cuando lo estés leyendo te quede la duda de a quién se lo escribo. ¿Está dedicado a Dios? ¿Está dedicado a cualquiera de nosotros seres con alma? O quizás alguien intuya que está escrito y dirigido hacia alguien en concreto. Si… A ti mismo.

Cierro los ojos. Pruébalo. Te das cuenta que el espacio ha cambiado. La multitud, el caos, el stress o cualquier otra cosa que estamos haciendo se desvanecen. Nuestra imagen flota en el espacio, es ahí cuando más somos conscientes de nuestra respiración, el latido de nuestro corazón. Es ahí cuando nuestro yo es más yo. Cuando realmente somos más conscientes de nuestro ser. No siento ni pienso solo soy. El ser es la presencia de nuestra alma, acompañado por la música que produce constantemente nuestro cuerpo a ritmo de respiraciones y latidos.

Cierro los ojos. Me siento ridículo de mi lucha continua para subsanar mi vida. Cuanto esfuerzo desperdiciado… Pero no me entristece, todo lo contrario. Siento que me queda tanto por aprender que me hace feliz. Cierro los ojos. Lo que con ellos abiertos no veo más que dos pasos hacia delante, con ellos cerrados hay un horizonte sin límites.  Respiro y todo está en una buena y bella sintonía. 

Cierro los ojos. Me permito formar parte del entorno que me rodea si el sitio me complace. Si no es así, dejo que me imaginación me lleve a otro lugar o que el alma vuele al lugar que escoja para guiarme en el camino establecido. Me permito reírme de la vida. Pues ahora que se supone que soy minusválido. Yo me encuentro fuerte y sereno. Es verdad!! No puedo correr. Pero que a gusto dar caminar despacio por la vida sin prisa. Sabiendo que el camino no tiene tiempo.

Cierro los ojos. Me río de mí mismo por cuantas cargas y luchas y responsabilidades a mi espalda que no tengo tiempo a cerrar mis ojos y mirarme y estar conmigo y ser yo. Uno mismo en el universo. Olvidando mi propio ser. Nuestra presencia divina en la tierra. Gota de Dios en el infinito.

Cierro los ojos. Igual que me veo a mí te veo a ti. Formando uno en el espacio. Presencias que se acompañan, se mezclan, se combinan, se juntan y todas forman una misma unidad. Lo que tú me hagas te lo haces a ti. Formando uno en el universo.

Cierro los ojos. Si.. Esta vez si. La mente y el corazón y el alma se conjugan a lo que llamamos amor y te veo a ti. Sin palabras. Las emociones tienen su propio lenguaje. Nos miramos y nos decimos lo que los labios no hablan. Nos sentimos y las presencias saben lo que las almas claman. Todo está bien. Aunque a veces nuestros pies quieran ir más lentos o rápidos todo está en su mejor momento. Confío y respiro. 

Confiar es la clave para estar en paz con el mundo. Por eso esta vez a conciencia: Cierro los ojos y te veo a ti.

En el jardín del alma.
                                                                      Siso Santos.


lunes, 16 de mayo de 2016

El espíritu de la luz blanca



“El espíritu de la luz blanca”

El tema de que si existen o no los espíritus, si se aparecen o se pueden apreciar; si puede haber alguna comunicación por pequeña que sea de poder tener contacto con alguien después de la muerte, es algo que está siempre como una incógnita entre nosotros. Yo sólo voy a compartir una experiencia vivida por mí. 

Fue en un piso aquí en Madrid. Yo acababa de llegar de Galicia y compartí piso con una gente que conocí gracias a un amigo en común. Era finales de agosto, recuerdo el calor sofocante de ese año, yo vine pronto para buscar trabajo ya desde primeros de septiembre. 

Un día íbamos a salir por Chueca, hacía tanto calor que yo decidí que salieran antes yo iba a esperar más para que redujera el calor. Recuerdo el calor sofocante que no podía moverme del sofá y mi cuerpo sudado. Iba a empezar a ducharme y prepararme con calma para salir.  

Una vez en el baño, recuerdo que la tv que estaba encendida se apagó sola. No hice mucho caso, podría haberla apagado yo. Así que puse música mientras me afeitaba. La música también se apagó; pensé que se fuera la luz. Pero no, comprobé que no se había ido. Volví a poner la música y empecé a cantar. Lo siguiente que recuerdo es el frío, era un frío tan grande como si saliera de dentro de mí, que no podía dejar te titiritar. La música se volvió a apagar. Salí del baño para ir al salón a comprobar que había pasado. Para eso tenía que cruzar el pasillo. Fue ahí donde le he visto. Una luz blanca estaba al fondo del pasillo, era una forma ovalada que flotaba en el aire. Sabía que había algo allí. Pero solo tenía ganas de marcharme. Me metí en la ducha con agua bien caliente para combatir el frío que me poseía. Con toda la prisa posible para marcharme donde estaban mis compañeros de piso.

Una vez que llegué allí le dije al chico que alquilaba las habitaciones. “Hay algo en la casa”. Él se quedó en silencio
  –Tú también le viste…                                                                                                    -Es una luz blanca aparece a veces pero no es malo- Dijo otro chico que vivía en el piso.

Pero al contrario de enfadarme o asustarme fue todo lo contrario, me entró más curiosidad sobre esa luz blanca. Quería saber que o quien era. Si quería algo o si en algo le podría ayudar.

Preguntaba a otras personas que habían vivido en esa casa. Pues solo uno era el que tenía alquilado el piso y llevaba años con él. Así que alquilaba habitaciones a amigos. En ese caso no era difícil preguntar más o menos estaban en el mismo grupo de amistades. Era increíble que todos tuvieran experiencias con el espíritu a veces no agradables. Todos excepto Azuara el verdadero inquilino del piso.  

Investigué con el tarot y el péndulo todo lo que podía averiguar sobre este suceso. Llegué a sacar mis propias conclusiones. No quiero decir que mis conclusiones fuesen todas reales. Pero ocurrieron cosas que me acreditaban que no estaba lejos de mis investigaciones. 

Mis conclusiones o predicciones me decían que era un hombre de mediana edad, vivió y murió solo padeciendo una larga enfermedad. Lo curioso que en un cumpleaños que se hico en la casa. Precisamente de Azuara, el inquilino de la casa. Se hicieron fotos, en una de ellas al lado de la cabeza de Azuara casi superpuesta había la cara de un señor mayor de unos cincuenta a sesenta años. Un señor que por supuesto no era nadie del cumpleaños ni conocido por ninguno de los asistentes.

Mis investigaciones sobre este caso tengo que reconocer que cada vez me fascinaba más. Me concentraba todo lo que podía y sacaba cartas con la intención de poder tener más datos sobre este hombre. Al fin al cabo, que fuese un hombre de mediana edad me estaba dando la razón. Pero lo que yo no sabía que para meterse en este campo tendría que estar más preparado, tener otra madurez y más conocimientos. Es decir ser más responsable.

Así que una noche mostró toda su presencia. Yo estaba levantando viendo la tv. Seguía haciendo mucho calor y las ventanas estaban abiertas. Se oía la radio de un vecino que siempre la tenía puesta toda la noche. Todo aparentemente parecía normal. De repente un cuadro que había encima de la tv de una mujer como abrazando a alguien. Sus brazos empezaron a crecer y a desfigurarse el dibujo, la tv y la radio del vecino se dejaron de oír para transformarse en otra voz que venía como de dentro de la casa. “Déjame en paz” “Vete de esta casa” “déjame en paz” “Vete de aquí” “Déjame en paz”…

Podéis imaginar como mi miedo creció. Yo le decía asustado “Por favor no estoy preparado” El seguía gritando. Quise encender luces pues solo estaba la luz de la tv encendida. Pero no se encendía ninguna luz. Fui hasta el pasillo. Al fondo estaba la habitación de Azuara. Él estaba durmiendo y sabía que con él todo se detendría. Pero como protegiendo la puerta de Azuara estaba la luz blanca que se notaba doblemente entre la penumbra. Volvió el frio. Un frio tan grande que estaba titiritando. Sabía que con Azuara estaría a salvo, no encontraba la luz. No había otro camino que atravesar por medio de la luz blanca. No lo pensé y eché a correr por la penumbra atravesando la luz blanca para golpear con fuerza la puerta de la habitación de Azuara mientras gritaba su nombre.

En ese momento cesó el frío, las voces desaparecieron dejando oír el programa de radio que estaba emitiéndose. Azuara abrió la puerta y me abracé a él “Ha estado aquí” Y compartí la historia con él.

Lo más curioso de todo es que en una semana después yo encontré trabajo y una casa para vivir yo sólo que era lo que llevaba tiempo deseando. El espíritu de la luz blanca quería que me fuera y me invitó a ir de la mejor forma.

No creo que fuera un espíritu malo o bueno. Creo que lo que había era un vínculo de conexión entre el espíritu y Azuara que nunca llegue a entender. Quizás ni ellos mismo lo supieran, por lo menos de una forma consciente. O simplemente era el respeto mutuo que ambos se tenían. Me había comportado como un engreído lleno de ego, queriendo salvar a un espíritu invadiendo un espacio, donde no se me había invitado.

En el jardín del alma
                                                    Siso Santos.